Raquel explicó, de una forma muy didáctica, clara, sencilla, amena y documentada, el ¿que?, el ¿dónde?, el ¿cómo? y el ¿cuándo? del Flamenco, entendido como una forma de expresión oral (cante), expresión corporal (baile) y expresión instrumental (toque) y, para no extenderme, sólo diré que expuso con convicción tres opiniones personales que comparto plenamente:
- La etapa de la Ópera Flamenca no fue tan nefasta como algunos dogmáticos puristas se empeñar en escribir.
- Reivindicó el importante papel del "tablao" donde se consagraron tan grandes figuras.
- Demasiado pronto para deshechar las "nuevas formas" del flamenco actual. Hay que dejar que el tiempo dicte sentencia.
Para la etapa de gestación o preflamenca interpretó una impresionante ronda de tonás compuesta de una trillera, un martinete y la clásica toná de remate. Supo dar a los tercios el temple necesario pasando de los tonos altos a los bajos matizando (la coloratura que dicen los cantantes líricos) y mandando; pero sobre todo guardó unos profundos y emocionantes silencios que, al menos a mí, me metieron la grandeza y dureza del cante por las entrañas y, parafraseando a Lorca, "...se me erizaron los cabellos..."
De los Cafés Cantantes, época dorada del cante, interpretó, tras un difícil y bello preludio de la guitarra, unas malagueñas, de La Trini y El Canario, al más puro y jondo estilo pero con personalidad propia y rematadas con la bandolá de Juan Breva. Cascarilla fue muy aplaudido en la falseta que ejecutó.
Acto seguido subieron al escenario los hermanos de Raquel, César y Miriam, y acompañaron a la cantaora (palmas) en unos tangos muy medidos y bien acompasados. Raquel, con su sello personal, alargó los tercios y le dio jondura al palo. Hizo, magnificamente, unos tangos extremeños, estilo de gran dificultad, y recordó también a La Niña de los Peines. Cascarilla hizo su aportación tocando con un ritmo entrecortado, muy alegre y muy sentido.
La Ópera Flamenca la solventó con unos fandangos, muy valientes y de dificil ejecución, de El Carbonerillo, que, como en toda su actuación, los dotó de personalidad propia haciendo unos finales largos y muy flamencos.
La más reciente etapa de revalorización del flamenco la ilustró con unas soleares a compás, marcado por las palmas de sus hermanos, ya citados, y sin guitarra. Son las llamadas soleares al golpe que nos transportaron a las tabernas trianeras, barrio del Zurraque y de los alfareros, y que nos recordaron también los tabancos jerezanos. Como diría un trianero "...las cantó pa' quitá el sentío..."
Para rematar la velada, como no podía ser de otra manera, Raquel cantó, acompañada por el ritmo genial de la guitarra y las palmas medidas de César y Miriam unos jaleos llenos de jondura, fuerza, sentimiento y compás.
Cantar flamenco es muy difícil. Cantarlo con sentimiento y personalidad es dificilísimo. Enfrentarse a una conferencia ilustrada con cante, está al alcance de muy pocos privilegiados. Raquel ha demostrado ser, nó solo una gran cantaora, cosa que ya sabíamos, sino una gran aficionada, erudita y que transmite un profundo amor y respeto por el Arte Flamenco.
Cascarilla no le anduvo a la zaga. En todo momento mantuvo una comunión con la cantaora, y cuando le tocó expresarse en solitario, lo hizo como el gran guitarrista que es.
Quieren ponerle barreras
a este querer tuyo y mío.
Como si el cariño fuera
un negocio, compañero,
al alcance de cualquiera.
Popular. Malagueña cantada por Raquel Cantero.