I
Solano de las marismas,
tú que alisas las arenas
y vas dejando la Raya
salobre, desierta y seca.
Dile a los vientos vecinos
que no hay camino de vuelta.
To' el que ha visto alguna vez
a la Virgen desde cerca,
no puede volverse atrás
aunque los vientos se vuelvan.
II
Los surcos de los carriles
viene el viento y se los lleva,
borrando así las señales
que dejaron las carretas.
Se van borrando las luces,
se van borrando las huellas.
Pero en el fogón del alma
sigue viva la candela
de ese crepitar continuo
de la leña rociera.
III
No hay río que llegue al mar
allí remonte a la sierra
ni fruta que se remanse
en el surco de la siembra.
Se marchan las hermandades,
como un enjambre de velas,
y se quedarán los cotos
con el guarda y con su yegua.
Y se quedará el palacio
con su escolta de palmeras;
pero el carril que tú lleves
nunca será el de la vuelta.
IV
Cuando el lunes por la tarde
vuelvas a coger la senda,
irás pisando pisadas,
esas que al venir se dejan.
Desandarás el camino
que no será el de la vuelta;
rociero es siempre ir
buscando marisma nueva.
Solano de los pinares,
tú que alisas las arenas,
cuanto más de ti me alejo
parece que estoy más cerca.
***
Letra: Aurelio Verde
Música: José Manuel Moya
Arreglos y piano: Felipe Campuzano
Guitarras: Félix de Utrera y Curro de Jerez
Álbum: Ep Hispavox 1.973.
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Sevillanas inolvidables por su hermosa letra (a veces difícil de entender) que nos recuerda, por su tema, las coplas de Jorge Manrique y el inevitable, sin vuelta posible, del devenir de la vida; por su música y por la magnífica y novedosa (por entonces) aportación de Felipe Campuzano con sus arreglos musicales y su piano.
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